La imagen que tiene formada la mayoría de personas en sus mentes
relativa a la música dance, va asociada al hedonismo, al valor de lo frívolo
como mero entretenimiento. Por supuesto, el baile se ha empleado a lo largo de
la historia como un elemento liberador de las preocupaciones, como un
entretenimento. Sin embargo, la dimensión de la música dance es mucho más
amplia que la de su valor como argumento de ocio. Una mesa redonda en la
sección Voces del festival murciano SOS 4.8,
puso en valor el elemento antropológico de la música dance y su papel como
vehículo de mensajes de liberación y reivindicación.
Se sentaron a la mesa Jeremy Gilbert y Ewan
Pearson,
autores de “Cultura y políticas de la música dance”, para algunos la “biblia”
de los estudios sociológicos e históricos de la cultura disco y club, y Alex
Weheliye, autor de “Phonographies: Grooves in Sonic Afro-Modernity”. De
ahí que la idea de la música dance como un agente transformador de los espacios
fuera la idea central que sobrevoló el debate durante todo el tiempo en el que
se desarrolló. Han sido varios los casos en los que se han creado, de esta
manera, espacios utópicos de encuentro. Ewan Pearson hizo referencia a la
aparición del acid house en los años ochenta. “Se tomaba como un poder
transformador ya que se constituían espacios temporales en los que podían
ocurrir determinadas cosas entre otras cosas debido al poder afectivo del
éxtasis. ¡Incluso los hooligans tomaban éxtasis durante un tiempo! Hubo un segundo
verano del amor y de ahí la simbología de caras sonrientes”, explicó. “Incluso
Londres era, por aquella época, un ambiente y un entorno amigable, un espacio
utópico diferente a todos los demás. Me di cuenta de que la música hacía todo
eso y de que se producían muchas reivindicaciones a través de la música”.
El movimiento se inición en ciudades industriales del norte de
Inglaterra como Manchester o Nottingham. Sin embargo la cosa venía de antes ya
que los sonidos eran creados y escuchados por fans del northern soul de algunas
décadas anteriores. El origen de la música dance como elemento reivindicativo
debe mucho a la música negra, como contó Alexander Weheliye. “El baile su
utilizó como forma de liberación del esclavismo,fue una aportación caribeña que
surgió a finales de los 60 en Jamaica y fue clave para el dance. La mayor parte
de la población caribeña se concentraba en Estados Unidos y Reino Unido. Con
esta música se imaginaba un mundo distinto”.
A partir de ahí, los gobiernos se dieron cuenta del poder
transformador de este tipo de movimientos. Como cuenta Pearson, ” en los
ochenta se temía, existía pánico a la capacidad de reunir a mucha gente gracias
al house. Se trataba de un miedo transmitido por la prensa que antes ocurrió
sólo con el punk. Existía un pánico moral y una demonización”. Jeremy Gilbert
vuelve a los años sesenta para contar su visión acerca del asunto. “Los
gobiernos intentaron criminalizar a la música, hubo un intento de exclusión”,
dijo. “Se trataba de una potente idea que los seres humanos se relacionasen
entre sí, a veces con la música o el baile, sólo por pasar tiempo juntos. Eso
supone un problema para el poder establecido. Ocupación del espacio sin
pretensiones”. En ese sentido, The Loft, un local neoyorquino, se convirtió en esa
tierra prometida “donde convivían personas de 3 a 80 años. Era como un templo,
una manifestación de cómo debería ser la vida social”.
La música de baile comenzó a transmitir un mensaje social.
“Transmitían mensajes procedentes de teorías de Martin Luther King. Era el caso
de Promised Land, de Joe Smooth. El disco no fue muy aceptado en América y fue
en las ciudades industriales del norte de Inglaterra donde estalló. Es un disco
ambivalente, heredero de influencias étnicas”, señaló Gilbert. Aquello, en su opinión,
convirtió a los intérpretes de música dance en activistas. “No tenían mucho
dinero pero eran muy influyentes en la sociedad”.
Tras la caída del muro de Berlín, el mundo pudo asistir a otro
de estos procesos de transformación. Comentó Weheliye que “en la capital
alemana, tras la caída del muro y la reunificación se creó una tendencia de
mezcla entre el este y el oeste. Los ciudadanos de uno y otro lado bailaban y
compartían sonidos. El tecno creó una tierra prometida”. Para Pearson, “Berlín
es ahora un lugar de turismo utópico, hasta el punto de que los gobiernos se
dieron cuenta de qué significaban estos movimientos a nivel financiero”,
concluyó.
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